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sábado, 18 de mayo de 2013

Que lloro...


Subte D. Repleto de gente. Mirada perdida, desorientada, de un punto hacia otro deambulaba en pensamientos. Me llamó la atención, esa chica estaba triste. Miré para otro lado, vi que se toco el pecho, su brazo en cruce como si protegiera su corazón, “otra señal de tristeza” - pensé. De repente, vi que se aceleraba su respiración, y un pensamiento pasó por su cabeza, debió haber sido fuerte, y muy angustiante…su boca se frunció. Quisieron aparecer las primeras lágrimas, pero velozmente sus manos impidieron que alguien más pudieran verlas. Miró para arriba, como para retener una que otra gota de dolor y trato de no pensar, entreteniendo su mirar con la estación y la gente pasar en ella. Pero cuando uno tiene esa angustia, esas que hacen que te agarres el corazón como señal de defensa, hasta que no se vacié el alma de tanto dolor, difícilmente puedas parar de llorar. “Sé que quisieras  en lo más profundo de tu alma llegar a tu casa, o algún refugio en soledad, para llorar con fuerzas, y así, liberar tu angustia”, pensé decirle, pero podría haberla incomodado. Entonces callé.

Y era así, reconocí ese dolor en cuanto la miré. 

Me vi en esas situaciones tantas veces!. En subtes, colectivos, caminatas…lo único que deseaba era poder vaciar mi alma del dolor y dejar de sentir el “nudo en la garganta”.



La tristeza es dolor, y el único camino de invitarla a salir de tu alma es dejarla fluir. Cuando uno repite y bloquea la emoción, esa emoción se intensifica, se reproduce, se vuelve más fuerte. Me costó mucho identificar mi dolor. Muchas veces uno no se sienta a pensar en lo que desenlaza ese sentimiento, pocas veces uno analiza como se desencadena un enfado, el llanto, la ira, porque se cree que “ya pasará” y te das cuenta que en cuanto viene ese pensamiento a tu cabeza, como esta chica en el subte, vuelve a manifestarse.

Quizá en 15 minutos se encontraba con amigas, cursaba en la facultad, o tenía algún compromiso en el cual debería seguir ocultando su tristeza, porque créanme, a nadie le gusta contar sus penas en lugares públicos. 

Y otra vez, bloquearía su dolor.

Recuerdo un día, en el que no aguanté más. Salí de mis obligaciones, miré para arriba, fruncí la boca y mis lágrimas quisieron salir. Una gran amiga me abrió las puertas de su casa, lo primero que le dije fue "no aguanto más" y lloré como cuando tenía 5 años. Ella me alentó a llorar sin parar. Lloré hasta que la cabeza me pidió a gritos que parase. Necesitaba llorar. Necesitaba  un abrazo, nada más…algo tan sencillo y aún así no sabían dármelo. Ella me lo dio  y me sentí chiquita, tan chiquita que me pareció no saber el año en el que estábamos.

Ese día, lloré desconsoladamente, hasta me costó poder hablar a lo último porque no podía calmar mi dolor. Necesitaba un espacio tranquilo para llorar.
Empecé a entenderme…algo no estaba sanando en mi, mi corazón me pidió a gritos que lo escuche, que no lo ignore, que ya era hora de mirar dentro mío

Ese día lo recuerdo como el quiebre de mi yo interior…a partir de ahí no más miradas perdidas, respiración acelerada, ni lagrimas escondidas. A partir de ahí mis emociones se manifestaban…porque entendí que así, empezaba el camino de mi sanación.




Dedicado a A.G

2 comentarios:

  1. Llorar descarga todo lo que tenes adentro. Me pasó... no aguanté más y lloré desconsoladamente por dos días. Se me había partido el corazón. La sensación, fue horrible, no se lo deseo a nadie. Es una mezcla de tristeza, bronca y de no poder hacer nada. Pero ya esta, ya no se puede hacer nada.
    Como una amiga puso hoy en su estado de facebook: "No le des más paginas en el libro de tu vida a un hombre que no sabe portarse como un protagonista."

    Un beso

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