Subte D. Repleto de gente. Mirada perdida,
desorientada, de un punto hacia otro deambulaba en pensamientos. Me llamó la
atención, esa chica estaba triste. Miré para otro lado, vi que se toco el
pecho, su brazo en cruce como si protegiera su corazón, “otra señal de
tristeza” - pensé. De repente, vi que se aceleraba su respiración, y un
pensamiento pasó por su cabeza, debió haber sido fuerte, y muy angustiante…su
boca se frunció. Quisieron aparecer las primeras lágrimas, pero velozmente sus
manos impidieron que alguien más pudieran verlas. Miró para arriba, como para
retener una que otra gota de dolor y trato de no pensar, entreteniendo su mirar
con la estación y la gente pasar en ella. Pero cuando uno tiene esa angustia,
esas que hacen que te agarres el corazón como señal de defensa, hasta que no se
vacié el alma de tanto dolor, difícilmente puedas parar de llorar. “Sé que
quisieras en lo más profundo de tu alma
llegar a tu casa, o algún refugio en soledad, para llorar con fuerzas, y así,
liberar tu angustia”, pensé decirle, pero podría haberla incomodado. Entonces callé.
Y era así, reconocí ese dolor en cuanto la
miré.
Me vi en esas situaciones tantas veces!. En subtes, colectivos, caminatas…lo único que deseaba era poder vaciar mi alma del dolor y dejar de sentir el “nudo en la garganta”.
Me vi en esas situaciones tantas veces!. En subtes, colectivos, caminatas…lo único que deseaba era poder vaciar mi alma del dolor y dejar de sentir el “nudo en la garganta”.
La tristeza es dolor, y el único camino de
invitarla a salir de tu alma es dejarla fluir. Cuando uno repite y bloquea la
emoción, esa emoción se intensifica, se reproduce, se vuelve más fuerte. Me
costó mucho identificar mi dolor. Muchas veces uno no se sienta a pensar en lo
que desenlaza ese sentimiento, pocas veces uno analiza como se desencadena un
enfado, el llanto, la ira, porque se cree que “ya pasará” y te das cuenta que
en cuanto viene ese pensamiento a tu cabeza, como esta chica en el subte,
vuelve a manifestarse.
Quizá en 15 minutos se encontraba con amigas,
cursaba en la facultad, o tenía algún compromiso en el cual debería seguir
ocultando su tristeza, porque créanme, a nadie le gusta contar sus penas en
lugares públicos.
Y otra vez, bloquearía su dolor.
Recuerdo un día, en el que no aguanté más. Salí
de mis obligaciones, miré para arriba, fruncí la boca y mis lágrimas quisieron salir. Una gran amiga me abrió las puertas de su casa, lo primero que le dije fue "no aguanto más" y lloré como cuando tenía
5 años. Ella me alentó a llorar sin parar. Lloré hasta que la cabeza me pidió a
gritos que parase. Necesitaba llorar. Necesitaba un abrazo, nada más…algo tan sencillo y aún así no sabían dármelo. Ella me lo dio y me sentí chiquita, tan chiquita que me
pareció no saber el año en el que estábamos.
Ese día, lloré desconsoladamente, hasta me
costó poder hablar a lo último porque no podía calmar mi dolor. Necesitaba un
espacio tranquilo para llorar.
Empecé a entenderme…algo no estaba sanando en
mi, mi corazón me pidió a gritos que lo escuche, que no lo ignore, que ya era
hora de mirar dentro mío
Ese día lo recuerdo como el quiebre de mi yo
interior…a partir de ahí no más miradas perdidas, respiración acelerada, ni
lagrimas escondidas. A partir de ahí mis emociones se manifestaban…porque
entendí que así, empezaba el camino de mi sanación.
Dedicado a A.G
Llorar descarga todo lo que tenes adentro. Me pasó... no aguanté más y lloré desconsoladamente por dos días. Se me había partido el corazón. La sensación, fue horrible, no se lo deseo a nadie. Es una mezcla de tristeza, bronca y de no poder hacer nada. Pero ya esta, ya no se puede hacer nada.
ResponderEliminarComo una amiga puso hoy en su estado de facebook: "No le des más paginas en el libro de tu vida a un hombre que no sabe portarse como un protagonista."
Un beso
excelente comentario Mari!!!.
ResponderEliminar